Se que voy fuera de tiempo, pero esta entrada la tenía preparada desde hace tiempo sin publicar. Creo que la primera semana santa que viví fue tras el objetivo de mi cámara y he de confesar que la experiencia me encantó. No se si fue la fé, la gente, el olor a incienso o el silencio, pero lo que si os puedo decir es que me produjo un sentimiento muy bonito. Me agobian mucho las aglomeraciones de gente y creo que entre otras cosas por ello las procesiones que más me gustan son las de los primeros días, las más solitarias que puedes encontrar tras doblar cualquier esquina. Este año no he podido ver casi ninguna, y sólo un día me llevé la cámara. No hice prácticamente fotos, pero una en concreto me gustó desde el mismo momento en que la hice. Es esta que os dejo a continuación, espero que también os guste a vosotros.
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